martes, 16 de diciembre de 2008

El sueño de volar I

¿Quién no ha soñado alguna vez con volar? Volar ha sido durante siglos uno de los sueños inalcanzados de los seres humanos. Y la manera en que se ha representado esa ficción podría hablarnos de algunas claves para entender también las posturas.
A nivel simbólico cabe relacionar los vuelos con la llegada a un nivel superior que suele quedar lejos de nuestro alcance. La tradición judeo-cristiana le aporta sin duda una connotación positiva, e incluso sagrada, a esas "alturas". Pero también la acción de volar puede ser simple trasunto de la actividad del pensamiento, de lo que se nombra coloquialmente como "dejar volar la imaginación".Tal vez por eso, de otra manera, el volar tenga tanto que ver con los sueños, y la figura de una persona en el aire ha sido una de las preferidas de los artistas surrealistas, como en este grabado de Max Ernst. Siguiendo los pasos del Ícaro de la mitología ("los hombres no tienen alas, pero nosotros las construiremos, y entonces podremos volar"), muchos quisieron volar para escapar de la isla de Creta o de cualquier otra situación.

Y así durante varios siglos, la obsesión de volar (me refiero siempre al vuelo sin motor) fue la que movió a pintores, ingenieros e inventores a dejar una muestra gráfica de lo que se pensaba que era un posibilidad del cuerpo humano que solo con la ayuda de un artilugio mecánico podría llegar a cumplir.

Una interesante entrada del blog de Carlos Roda muestra cómo desde el genial Leonardo da Vinci, hasta bien entrado el siglo XIX contamos con curiosos testimonios gráficos de este sueño inalcanzable.

Según estas imágenes, y a falta de un estudio más exhaustivo, vemos que durante los siglos XVI, XVII y XVIII la postura de la persona es siempre echada boca abajo de manera que le pueden quedar libres brazos y piernas para accionar unas alas artificiales. Detrás de estas posturas se esconde seguramente la imitación (biónica diríamos hoy) de la configuración anatómica de las aves. Pero el ser humano no es un ave, y su relación entre peso corporal y musculatura de los miembros superiores no es ni de lejos la de un ave.








Estas dos últimas imágenes se corresponden ya al siglo XIX. Algo ha cambiado en ellas. Por azar o por alguna razón con el nuevo siglo, la postura de la persona voladora ha pasado a ser completamente erguida.

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