martes, 26 de mayo de 2015

Abierto de piernas

Anatómicamente, la postura de estar sentado y con las piernas abiertas pone en juego la conexión entre el hueso de la cadera o ilíaco y el femur. Requiere por un lado acercar el muslo al tronco como ocurre siempre que se está en posición de asiento y, por otro, alejar las rodillas del eje vertical del cuerpo para que ambas piernas dejen expedita la cara frontal de la cadera.
En manuales sobre lenguaje no verbal, y páginas web similares, esta postura se relaciona con dos actitudes concretas: la de mostrar seguridad en si mismo y la de la insinuación de tipo sexual. El signifcado contrario lo tendría la postura de las piernas entrecruzadas. Vaya como adelanto el interés de esta combinación entre una postura que denota seguridad y su pretendida relación con el ofrecimiento o disponibilidad para la actividad sexual.
Formalmente, las posturas abiertas pueden definirse como aquellas en las que las piernas y/o los brazos aparecen despegados del tronco de manera que conforman líneas que marcan una dirección anatómica desde el propio tronco hacia su exterior o, vistas al contrario, desde el espacio exterior a la persona hacia su eje o centro corporal.
Ya sea debido a su componente formal, bien por una convención cultural, o por ambas razones, el caso es que estas posturas abiertas son fácilmente relacionables con sensaciones y actitudes de confianza, disponibilidad u ofrecimiento. Más allá del lugar común de la “insinuación sexual” podríamos hablar mejor de una disponibilidad u ofrecimeinto corporal y, por tanto, relacional. ¿Serán entonces, tal vez, dos caras de una misma moneda la confianza y la disponibilidad, la seguridad y el ofrecimiento? Cuando menos resulta evocador que aquella postura que denota seguridad en uno mismo incite al mismo tiempo a quien la percibe a entrar en relación con esa misma persona.
Buena muestra de esta ambivalencia podría ser una difundida foto del líder político Pablo Iglesias, elegida para encabezar un interesante artículo sobre masculinidad y militancia.

U otra de Mariano Rajoy en actitud semejante.

Incidiendo un poco más en las connotaciones sexuales de las posturas de piernas abiertas resulta muy llamativo que, al menos en castellano, contemos con una expresión popular que enlaza directamente ambas cuestiones pero solo si se expresa en género femenino. Así, mientras “abierta de piernas” se utiliza para callificar a una mujer dispuesta o propensa a las relaciones sexuales, “abierto de piernas” carece completamente de ese significado para el género masculino. Para confirmar esta diferencia basta solo con introducir ambas expresiones entrecomilladas en un buscador de Internet y comprobar los resultados.
Esta diferencia radical de lectura, no solo en el lenguaje, de una postira en función del género de la persona a la que se le adjudica nos viene que ni pintada para volver a recordar que la lectura simbólica de una postura (como la de cualquier otro “signo”) nunca puede hacerse sin tener en cuenta el contexto en el que tiene lugar. Ya dice la antropología aquello tan interesante de que “todo texto tiene su contexto”. En este caso, resulta revelador el contexto establecido de los estereotipos de roles de género que asigna al femenino un papel pasivo y receptivo en lo social y sexual, ya que a partir de él puede entenderse mejor la lectura diferenciada de esta postura en hombres y mujeres.
Es más, la postura de “abierto de piernas” (únicamente referida al género masculino) ha sido objeto en los últimos meses de una atención poco común hacia las posturas corporales en general por parte de algunos medios de comunicación. Esta atención ha sido reflejo de la actividad de algunas campañas feministas no institucionales que, aunque se han centrado en la denuncia del acoso a las mujeres en el espacio público, han tenido como una de sus declinaciones la ofensiva contra el hábito de sentarse con las piernas abiertas que algunos hombres practican en los asientos del trasporte público. 


Una de estas campañas, la del colectivo Acción Respeto, se centraba en la denuncia del acoso callejero hacia las mujeres. Surgida en Uruguay, rápidamente se extendió por toda Iberoamérica. En ella se reivindica la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres a la hora de disfrutar del espacio disponible para los pasajeros del trasporte público. Se opone, además, a la idea de que el género masculino pueda sentirse autoafirmado a través de esta postura, y niega que llegue a constituir un mensaje de seducción hacia las mujeres.


Otra campaña similar fue la llevada a cabo el año 2014 en el metro de París, por el colectivo Osez le Feminisme. Consistió en colocar y distribuir adhesivos cuyo diseño gráfico imitaba el de la propia compañía de metro y en los que se incidía en la necesidad del reparto equitativo de espacio entre hombres y mujeres pero también en la “contaminación del campo visual” que suponía esta postura masculina, hasta el punto de que irónicamente se recomendaba el cierre de las piernas a los hombres con el argumento de que “los testículos no son de cristal y no van a explotar”. En esta campaña se colocaba esta postura a la altura de otros comportamientos de violencia machista que muchas mujeres sufren en el metro parisino como insultos, miradas intimidantes y agresiones físicas. A través de ella, el colectivo Osez le Feminisme animaba a las mujeres a “reapropiarse del metro”, acentuando así el valor simbólico de recuperar el espacio arrebatado por todo aquel hombre que se sentase en el metro abierto de piernas.